Chiquito:
Esta es la historia de tu nacimiento. Pensé que cuando seas grande capaz te gustaría saber con detalles cómo fue el día en que viniste al mundo. Así que te cuento ahora que sos chiquito para no dejar que el tiempo borre la memoria como a
veces pasa… aunque, si te digo toda la verdad, ese viernes 24 de agosto del año 2012 va a quedar grabado en
mi corazón tan fuerte y para siempre porque fue el día más especial de mi vida y creo que el
de tu papá también. Si le veías!!! Estaba tan nervioso!!! No temblaba como yo
pero se le notaba en la mirada que algo especial y rotundo estaba por pasarle y
no entendía nada!! Ni yo… pero bueno, mejor empiezo por el principio, verdad?
Sabíamos en el fondo que ibas a llegar el 24, porque todas
las cosas importantes de nuestra vida juntos con tu papá, pasaron en fechas con
el numero 4. Por ejemplo nos dimos nuestro primer beso y nos casamos un 24,
viajamos lejos y por mucho tiempo un 4 y vos llegaste en la semana 40.4 días,
siempre nos pasa así, el 4 nos persigue y nos gusta.
Todas las personas de nuestro entorno estaban preocupadas
porque parecía que no querías hacer tu entrada triunfal al mundo. Había mucho
estrés alrededor porque ya era la semana 40 y no dabas indicios de querer
nacer. Querían cesárea! Que es peligroso nos decían, que podes madurar demás, que no hay
que esperar tanto, etc, etc. Nosotros sabíamos que vos estabas bien y queríamos
esperar a que vos decidas venir, no queríamos sacarte. Nos íbamos a controlar
tu corazoncito todos los días con el monitoreo, el perfil biofísico indicaba
que todo estaba en orden, tenías suficiente liquido para nadar, el cordón te
pasaba todos los nutrientes y el oxigeno que necesitabas y la placenta estaba
en perfecto estado… porqué sacarte?? Con tu papá te hablábamos y te llamábamos
ya… “Bajá chiquito bajá” te decíamos porque la doctora nos decía que seguías
muy arriba. Los días anteriores íbamos a caminar al parque para ayudarte a bajar,
ya que nos dijeron que la fuerza de gravedad hacía bien, yo ponía fuerte la
música y bailaba mucho y te cantaba para animarte a venir y la noche de ese
jueves 23 tu papá le hizo unos masajes fuertes a mi barriga; escuchamos que eso
ayuda también. Fue un momento muy especial… música despacito, una vela y mucho
amor. Algo profundo nos decía que era nuestra última noche solos. Estabas tan
cerquita ya.
Amaneció el viernes, teníamos consulta a primera hora con la
doctora y en el control vio que estaba con dilatación de dos centímetros. Ella
hizo unos movimientos que dolieron bastante y me dijo que con esas maniobras
llegamos a tres centímetros. Nos dio la orden de internación para el día
siguiente si es que no entraba en trabajo de parto ese mismo viernes, el sábado
nos iba a inducir al parto. No hizo falta! Al salir del consultorio empezaron a
llegar las contracciones, primero leves y cada 30 minutos. Todavía no sabía si
era realmente el momento pero presentía fuertemente. Tu papá se fue a comprar
un par de cositas que nos faltaban para estar preparadísimos para tu llegada.
Yo mientras tanto me di una ducha y me preparé un rico sándwich, sabía que iba
a necesitar fuerzas. Con el correr de la siesta todo cambió. Las contracciones
eran cada vez más fuertes y cada vez con menor distancia una de otra. Dolía
mucho pero cómo explicarte que la emoción de saber que con cada contracción
estabas más cerca, hacía que todo sea más fácil.
Prácticamente todo el trabajo de parto hicimos en casa. Tu
papá cargó al coche todo lo que teníamos que llevar al sanatorio y de paso
anotaba cada contracción para controlar los tiempos. Yo mientras caminaba por
la casa despacito, respirando y tratando de no ponerme tan tensa con el dolor. Cuando
tuvimos una contracción cada 5 minutos la doctora nos dijo que vayamos junto a
ella. Ya estaba con dilatación de cinco centímetros. Nos mandó corriendo al
sanatorio y al llegar, ya estábamos con siete.
Fuimos casi directo a sala de parto y ponerme la epidural
fue lo primero que hicieron. Yo no pedí, pero tampoco me negué ya que sabía que
seguías bien arriba y posiblemente iban a tener que ayudarme con un remedio (pitocina),
para que las contracciones sean todavía más fuertes y te ayuden a nacer.
La verdad es que nunca dejó de doler. No sé si me pusieron
tan poquita anestesia o mi cuerpo no quiso dormirse pero sentí fuerte cada
contracción. Al llegar a los diez centímetros de dilatación la doctora decidió
esperar a ver si venías por tu cuenta… venías, pero demasiado despacito,
entonces me cambiaron el suero y me pusieron uno con pitocina. Las
contracciones tomaron una fuerza diferente, eran verdaderamente terribles y no
había descanso entre una y otra. Fue ahí cuando la doctora dijo: “Bueno Pati…
llegó el momento. Vamos a empezar a pujar.” Para cuando eso hacía prácticamente
12 horas de trabajo de parto y parecía mentira que justo en ese momento, cuando
más necesitaba, me sentía demasiado cansada, con tanto calor y con una sed que
nunca antes había sentido. Parecía que si no me daban un traguito de agua o un
pedacito de hielo no iba a poder seguir. Me trajeron el hielo. Tu papá me daba
de a uno y me soplaba sin parar con una planchuela para escribir. Te cuento que
si bien estoy enamorada de tu papá desde hace más de siete años y con el correr
de tiempo le amo cada día más, ese día sentí otra dimensión de amor, de la
clase de amor que no se puede explicar mucho pero se siente demasiado intenso.
Solo te puedo decir que sin el no hubiese podido. Yo tenía que parir pero el
trabajo y la fuerza hicimos los dos. Fue de a dos.
Poco me acuerdo después de eso. Creo que estaba en un estado
de trance. Me acuerdo de la doctora diciéndome: “Ese pujo no me sirve” o “Así
si, otro más como ese. Fuerza Pati.” Me acuerdo de mis gritos y mi respiración.
Me acuerdo sentir algo dentro de mí que ya no tenía que estar ahí. Tenía que
hacer tanta fuerza y me sentía tan cansada pero te tenía a vos adentro y en un
lugar donde ya no había vuelta atrás… Estabas cerquita y sentía que ocupabas
todo mi ser. Tenía que hacer el esfuerzo suficiente para sacarte de ahí. Y
pujé y pujé y pujé…
no puedo saber
cuántas veces ni tampoco cuanto tiempo. Solo sé que después de una de esas
veces saqué una fuerza que vino de no sé donde, acompañada de un grito que fue
más cercano a un alarido largo y valiente que parecía venir del fondo de
mi alma. Es como que sabía que era el último y que traía consigo el alivio más
profundo, la emoción más increíble y el regalo más milagroso de toda mi vida: Nuestro
hijito. Vos mi amor.
Te colocaron en mi pecho y el amor se multiplicó por un
millón. No podía creer que te tenía, tan calentito, tan perfectito y arrugadito
en mi pecho. Sentía que el corazón me iba a estallar y cuando te escuché
llorar, lloré contigo, de tanto amor. Con tu papá nos miramos y sabíamos que
algo grande nos acababa de ocurrir. Si nos sentíamos unidos, en ese momento
algo fuerte nos golpeo el alma. Fue como que nuestros corazones se abrazaban.
Fue el momento más hermoso de nuestras vidas. A partir de ese momento éramos tres.
A partir de ese momento eramos una familia.
Naciste con 4.130 kg. un viernes 24 de agosto a las 21
horas. Te llamamos Fausto que significa “Afortunado, próspero y feliz” y más
felices no podríamos estar de conocerte. Gracias por elegirnos para ser tus
padres. Vamos a hacer lo imposible para hacerte feliz como vos nos haces a
nosotros. Desde que estas en la panza y eras muy chiquitito te cuidamos y te
amamos tan fuerte y ahora que te tenemos con nosotros, todavía no entendemos
cómo se puede amar tanto.
Sos fruto del amor ! Un milagro de la vida!
Gracias por venir!
Bienvenido mi amor!
Pati,
tu mamá que te ama para siempre!
PD: Mi doctora se llama Argentina Menendez y le estoy profundamente agradecida.
Gracias Tina!